Empleado ORFIS
Ingeniero Juan Sergio Limongi de Gasperín
Jefe de Departamento de Mantenimiento y Servicios Generales
Las criaturas racionales, sin embargo, están sujetas no solamente a las leyes físicas que gobiernan la conducta de todos los objetos materiales, sino de un modo singular también a las leyes morales, que la razón tiene el deber de imponerse a sí misma.
Warnock, M. (2003). Guía ética para personas inteligentes. Trad. de Pedro Trena. México: FCE-Turner.
El funcionamiento de una institución pública requiere de una labor de equipo constante. En ocasiones, lo más visible son las mujeres y hombres que se encuentran detrás de los mostradores o al frente atendiendo a las personas que llegan a realizar sus trámites. En el caso del Órgano de Fiscalización Superior del Estado, con una imagen visiblemente pulcra y amable, también se reconoce la labor de quienes se encargan de mantener en funcionamiento su edificio. El equipo encargado de esto, el Departamento de Mantenimiento y Servicios Generales, funciona como un todo debido al liderazgo de su Jefe, el ingeniero Juan Sergio Limongi de Gasperin.
Con 16 años de trabajo en el ORFIS, el ingeniero Limongi se integró desde la construcción del edificio, para conocer desde dentro la obra física de la cual sería responsable de su mantenimiento.
Yo no era directamente responsable de la obra, pero la idea era que me involucrara muy fuertemente en cómo estaba construido el edificio, cómo estaban las instalaciones, cómo se hicieron las instalaciones. Y la idea de él desde un principio, me hizo el comentario de que, independientemente de la obra, yo me hiciera cargo del mantenimiento; esa era la idea original, que yo conociera perfectamente cómo estaba todo para darle continuidad en la operación.
Su incorporación fue en abril de 2003, tan sólo a unos meses de iniciada la obra. La invitación había llegado de su anterior jefe, el contador René Mariani, avalada ésta por más de 30 años de experiencia en el Instituto Mexicano del Seguro Social, donde fue jefe de Mantenimiento en todo el estado.
Fui el encargado de mantener en operación todos los hospitales, todas las unidades medicas, las unidades administrativas, guarderías. Empleados de mantenimiento éramos unos 300 gentes en el estado, aparte los de intendencia eran como dos mil y tantos. Una unidad medica trabaja las 24 horas, los 365 días el año, cubríamos desde Catemaco hasta Tampico.
Con esta experiencia, después de jubilarse del Seguro, pasó a formar del ORFIS. En su trabajo se refleja el reconocimiento personal a su equipo directo y a todos los servidores públicos. De la misma manera, encuentra satisfacción en mantener un edificio con una estética impecable, cuyo diseño, reconoce, es completamente funcional pues fue pensado para albergar estas oficinas, con la visión y misión de la eficacia que caracteriza al Órgano.
Cuando se hace un edificio para lo que realmente se requiere va a operar perfectamente bien. Muchas veces se hace un edificio con otra idea, entonces no funciona para lo que fue pensado. En cambio, si un edificio se planea, se proyecta, se construye con base en que va a ser, la operatividad del edificio va a funcionar perfectamente. La idea fundamental es tener los recursos para poder hacer los servicios, si no hay recursos humanos, económicos, técnicos, por muchas ganas que quiera hacer las cosas no se puede.
Cuando se le pregunta sobre las diferencias entre uno y otro trabajo, sale a relucir su experiencia y conocimiento.
Era bajo el mismo contexto, era mantenimiento. Las cargas de trabajo son mucho menores porque es un solo edificio, pero de hecho la operación es lo mismo prácticamente, con excepción de que aquí no tenemos equipos médicos, pero sí tenemos estaciones eléctricas, tenemos plantas de emergencia, aire acondicionado, cocina, todo lo que es el mobiliario y equipo. En fin, todos las instalaciones eléctricas sanitarias.
Su Departamento lo integran seis personas. Un jefe de oficinas generales, cuatro agentes operativos y él, por supuesto. Un equipo del cual se encuentra orgulloso, no sólo por su capacidad técnica y de respuesta, sino también por su entrega y su calidad humana.
Es muy importante la selección de personal. Las personas que tengo operativas son excelentes personas, independientemente de sus conocimientos técnicos hay mucha disponibilidad de parte de ellos. Su capacidad y disponibilidad es total, eso refleja que ellos también están comprometidos con la institución y con el servicio. Es muy bonito sentir que en determinado momento se expresen bien, sobre cómo están las cosas, y es una satisfacción personal, ¡a quién no le gusta que le echen flores!
Bajo la supervisión del ingeniero Limongi, el equipo tiene todos los días una reunión a las nueve de la mañana para planear sus actividades diarias. Con base en estas cargas previamente determinadas también se van asignando tareas que se presentan eventualmente. Bajo la consigna de la prevención, trabajan con un programa de mantenimiento preventivo, que se concentra en el mantenimiento de equipos prioritarios, los que puedan poner en riesgo la operatividad del edificio: la energía eléctrica, el agua, el servicio de computo, los equipos de aire acondicionado, las puertas automáticas, etcétera. La columna vertebral del edificio.
Afortunadamente es muy indispensable -no nada más construir- lo importante es el mantenimiento, que es caro dicen, pues para mí no es caro, es una inversión que a la larga da frutos. Este edificio tiene diez años operando, yo pienso que está en buenas condiciones, tanto de infraestructura, de imagen institucional, de todo, está en buenas condiciones, se refleja tanto por mantenimiento.
Sin duda, la comodidad y la calidez que perciben quienes llegan al ORFIS –tanto los visitantes como los propios trabajadores- es producto de sus servidores públicos, pero también del buen funcionamiento de sus instalaciones.
Todas las personas que visitan se van con una buena imagen. Hacemos muchísimo hincapié en la limpieza, higiene, lo manejamos como se manejan algunas cosas particulares. Para los trabajadores, tenemos un sistema de solicitudes de servicios, una herramienta tecnológica creada por los compañeros de sistemas, en el cual ya no manejamos papeles, todo es vía sistema: hacen una solicitud, yo la reviso, la asigno, el que la hace la reporta, verifico y se va al área, y el que me hizo la solicitud me evalúa.
Este orden y pulcritud que se refleja en su trabajo, también es coherente y evidente en la persona del ingeniero Limongi. Su hablar es elocuente y ordenado, así como su imagen. Originario de Orizaba, se tituló como Ingeniero Industrial con especialidad en Mecánica en el «Instituto Tecnológico Regional de Orizaba en el año 72. Hice un lapso de seis meses de prácticas profesionales, preparé mi tesis y al año me titulé: el 5 de julio del 73, y entré a trabajar en diciembre del 73.»
Con más de treinta años viviendo en Xalapa, se considera ya más xalapeño que orizabeño. En esta ciudad convive con su familia, su esposa, ingeniera como él y con más de 40 años de casados, sus hijos y sus nietos, de quienes no duda en decir que «los nietos, no es que los quiera uno más que los hijos, es que los consiente uno más, los deja uno hacer lo que quieren, y a los hijos no.»
Todo en la vida es un ciclo, por la edad que tengo, no me siento totalmente senecto -tengo 68 años, ya laborando 45 años-, yo creo que después de retirarme de la actividad laboral espero disfrutar los muchos años. La mente es importante, hay que buscar otras actividades, mantenerse activos.
El órgano es una institución muy noble, el trato es excelente en todos los niveles jerárquicos, hay una excelente relación. Es una institución muy hermosa y yo me siento muy satisfecho de trabajar aquí.
Las criaturas racionales, sin embargo, están sujetas no solamente a las leyes físicas que gobiernan la conducta de todos los objetos materiales, sino de un modo singular también a las leyes morales, que la razón tiene el deber de imponerse a sí misma.
Warnock, M. (2003). Guía ética para personas inteligentes. Trad. de Pedro Trena. México: FCE-Turner.
¿Se convierte el hombre en moralmente bueno al acceder a la esfera de lo público o hay algo que lo precede en su esfera privada? De acuerdo con la filósofa inglesa Mary Warnock, el hombre –entendido aquí como el género humano– es un ser moral desde antes de acceder a la vida pública. Desde su esfera privada, conforme se va configurando su identidad va construyendo una propia ética de lo moral. Ésta es una de las premisas de las cuales parte uno de sus últimos ensayos, Guía ética para personas inteligentes. Este libro, ya un clásico de la famosa editorial Turner, es publicado ahora en coedición con el Fondo de Cultura Económica, lo que permite llegar a un mayor público lector.
En esta guía, Warnock no propone un debate cerrado, sino que pretende explorar la discusión seria alrededor de temas –la mayoría de ellos científicos– que aún no presentan cuestiones concluyentes. Encontraremos los célebres debates de la baronesa Warnock sobre el aborto, la eutanasia, las discapacidades psíquicas o los límites de la genética. Partiendo siempre desde cuestiones históricas, una introducción a la ética como disciplina, hasta llegar a «una defensa apasionada de la dimensión moral del ser humano.» Discusiones donde se exploran los conceptos de ética abordados por filósofos clásicos como Aristóteles y Kant, llevados al plano práctico donde el hombre posmoderno debe enfrentar y resolver nuevos dilemas éticos:
Según Kant, no existe en el mundo nada moralmente bueno, excepto la buena voluntad. Las normas racionales que un hombre se da a sí mismo cuando representa sus obligaciones, o con buena voluntad, es el imperativo categórico. Para que exista una acción racional, el hombre ha de adoptar una “máxima”, o principio declarado; y la forma básica de imperativo categórico es actuar únicamente según la máxima que él desearía que fuese la ley que gobernase no sólo su acción aquí y ahora, sino todas las acciones de todo el mundo en todo momento, siempre que estuviesen en las circunstancias en las que dicho hombre se encuentra. Imaginemos una situación de escasez, por ejemplo, una sequía; y supongamos que hay una prohibición general de utilizar la manguera para regar el jardín. Ahora imaginemos que una persona que vive en una casa apartada, protegida por los árboles de las miradas curiosas de los vecinos y de los helicópteros que pudieran sobrevolar la zona, deseara regar sus hortalizas para inscribirlas en un concurso local. Es consciente de que podría hacerlo sin que lo pillaran, y está muy tentado de usar su manguera. Si, con todo, ese individuo se dice a sí mismo: “sería equivocado que utilizara mi manguera”, y siente con fuerza el impulso de no hacerlo (tal vez su esposa, menos consciente moralmente, lo empujaría a ello), no podrá justificarse hacer una excepción a su favor. No cree que nadie debiera utilizar la manguera cuando y cómo lo deseen, porque eso es contrario al propósito de la prohibición y se acabaría el agua. Aunque lo que desea es utilizar su manguera y no las demás, el imperativo categórico, en otras palabras, su conciencia, le dicta que no debe hacerlo, por mucho que vaya en su contra.
La filosofa inglesa Mary Warnock (1924-2019), pionera de la bioética, fue miembro de la Academia Británica y de la Cámara de los Lores, donde precedió sendas comisiones, una sobre educación especial, otra sobre reproducción asistida.